Arte etrusco

Las obras expuestas provienen de centros de Italia central, y en particular de la vasta área entre el Arno y el Tíber, en la cual la civilización etrusca se desarrolló con una cultura y un lenguaje propios a partir del siglo VIII a.C. y hasta la definitiva sumisión por parte de los romanos a finales del siglo II a.C.

Los restos más antiguos de la colección, que se remontan a las primeras décadas del siglo V a.C., provienen del área de Chiusi, ciudad que formaba parte de la dodecapoli etrusca, una especie de federación entre las mayores ciudades-estado de la región, a la que pertenecían también Veio, Caere, Tarquinia, Vulci, Roselle, Vetulonia, Populonia, Volterra, Volsinii, Perusia, Cortona, Arretium, Vipsul (o Visul, que algunos identifican con Fiesole).
Los característicos cipos funerarios, trabajados en piedra local, están formados por elementos superpuestos y solapados por una corona en forma de piña o de esfera: en las escenas ilustradas destinadas a la celebración del difunto y labradas con bajorrelieves que representan escenas de banquetes, juegos fúnebres, de danza, de dolor fúnebre, de combates, se notan fortísimas influencias greco-orientales, señal de los estrechos contactos culturales y comerciales entre los etruscos y el mundo griego, mediados sobre todo a través de las relaciones con las colonias griegas en occidente.

Un lenguaje figurativo que obtiene de manera decisiva experiencias formales del helenismo acerca las dos cabezas provenientes de Orvieto y de Bolsena, donde debían decorar edificios monumentales. En la cabeza de Orvieto (Inv. MB 204) con un complejo peinado, la presencia del cuello rígido con dibujos trenzados (torques) típico de las poblaciones celtas establecidas en Italia septentrional, indica la complejidad de las relaciones y de los intercambios culturales entre las diferentes poblaciones que habitaban la península antes del dominio de Roma.